José Manuel Caballero Bonald, in memoriam
La Parca funesta, que este año está siendo muy voraz con los poetas, se ha llevado hoy a José Manuel Caballero Bonald. Su figura de caballero de fina ironía emerge en mi memoria de un mayo de hace ya muchos años en Granada. Su poesía comprometida con la vida y la búsqueda de la palabra perfecta y su propio territorio, la Argónida, nos quedarán para siempre en la memoria.
Summa vitae
De todo lo que amé en días
inconstantes
ya sólo van quedando
rastros,
marañas,
conjeturas,
pistas dudosas, vagas
informaciones:
por ejemplo, la lluvia en la
lucerna
de un cuarto triste de París,
la sombra rosa de los
flamboyanes
engalanando a franjas la casa
familiar de Camagüey,
aquellos taciturnos rastros de
Babilonia
junto a los barrizales
suntuosos del Éufrates,
un arcaico crepúsculo en las
Islas Galápagos,
los prolijos fantasmas
de un memorable lupanar de
Cádiz,
una mañana sin errores
ante la tumba de Ibn`Arabi en
un suburbio de Damasco,
el cuerpo de Manuela tendido
entre los juncos de Doñana,
aquél café de Bogotá
donde iba a menudo con amigos
que han muerto,
la gimiente tirantez del
velamen
en la bordada previa a aquel
primer naufragio...
Cosas así de simples y
soberbias.
Pero de todo eso
¿qué me importa
evocar, preservar después de
tan volubles
comparecencias del olvido?
Nada sino una sombra
cruzándose en la noche con mi
sombra.
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