Jaime Siles
Un año ya desde el momento en que todo cambió y todavía no se vislumbra el final de la pesadilla. Sin embargo, no queremos rendirnos y creemos firmemente en que en algún momento habrá una vuelta no a nuestras viejas costumbres, pero sí a un mundo más humanizado. Esa esperanza ha acompañado a los hombres desde antiguo, como rememora Jaime Siles en nuestro poema de la semana. Los griegos abandonados a su suerte en medio del imperio persa sufren penalidades sin fin hasta alcanzar el mar, que supone la forma de escapar de todo ese sufrimiento y lloran y se abrazan gritando: "¡el mar, el mar!". Nuestros abrazos también llegarán.
Sobre un instante griego
¿Hay un momento más hermoso y
único en la historia
que aquel en que los griegos
de la Anábasis, drakuontes,
“con lágrimas en los ojos”,
pudieron ver por fin el mar?
Pienso que no, aunque quiero
creer que hubo,
hay y habrá otros muchos
instantes como aquel.
Esos momentos son los que, con
más entusiasmo
y pasión debemos recordar.
Aprendemos en ellos tantas cosas:
estuvimos allí antes de tener
nosotros existencia y seguimos
y seguiremos estando y
asistiendo como testigos siempre
a su mágica y coral
intensidad. Lo profundo del tiempo
allí se manifiesta, y la
verdad del ser humano se nos da.
En un momento u otro de la
vida todos somos partícipes
de su misma alegría y sentimos
dentro de nosotros
aquella mágica y coral
intensidad que Jenofonte narra.
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