El poeta, ensayista y traductor Eloy Sánchez Rosillo (Murcia, 1948) tiene una larga trayectoria de publicaciones y premios literarios. Su poesía celebra la vida de manera honda, clara y a veces, como en el poema de esta semana, melancólica. Los viajes son una parte esencial en nuestra experiencia vital, los viajes reposados, vividos, no la colección de selfies de nuestro tiempo. Todos aquellos que amáis viajar, disfrutad de esta delicada obra.
El viajero
A veces me pregunto qué habría sido de mí
sin los recuerdos que tan celosamente guardo:
aquella callejuela que olía a madera y a fruta
en un húmedo barrio de París,
los árboles dormidos bajo el sol
en una plaza antigua de Florencia,
el órgano que hacía vibrar la catedral de Orvieto
en un amanecer lejano,
la lluvia golpeando en la ventana
de una habitación en la que yo sufrí,
los ojos oscuros que me miraron
en un crepúsculo de no sé dónde...
Cuando la inmediatez de los oficios cotidianos
se filtra hasta mis huesos y me impide
respirar con amor los olores espesos,
fríos, sin luz, de la costumbre,
cierro los ojos, regreso lentamente
a las tierras que en otro tiempo recorrí,
a los lugares en los que el olvido no impuso su silencio.
Acaricio los días que pasaron,
las horas que brillan en la distancia
como ciudades recostadas a la orilla de la noche.
Y pienso con tristeza que fue hermoso andar tantos
caminos,
aunque sepa que ya sólo podré pisarlos
con una pobre ayuda: la memoria.
A veces me pregunto qué habría sido de mí
sin los recuerdos que tan celosamente guardo:
aquella callejuela que olía a madera y a fruta
en un húmedo barrio de París,
los árboles dormidos bajo el sol
en una plaza antigua de Florencia,
el órgano que hacía vibrar la catedral de Orvieto
en un amanecer lejano,
la lluvia golpeando en la ventana
de una habitación en la que yo sufrí,
los ojos oscuros que me miraron
en un crepúsculo de no sé dónde...
Cuando la inmediatez de los oficios cotidianos
se filtra hasta mis huesos y me impide
respirar con amor los olores espesos,
fríos, sin luz, de la costumbre,
cierro los ojos, regreso lentamente
a las tierras que en otro tiempo recorrí,
a los lugares en los que el olvido no impuso su silencio.
Acaricio los días que pasaron,
las horas que brillan en la distancia
como ciudades recostadas a la orilla de la noche.
Y pienso con tristeza que fue hermoso andar tantos
caminos,
aunque sepa que ya sólo podré pisarlos
con una pobre ayuda: la memoria.
Bellísimo poema, con qué aire de nostalgia puede hacer que el tiempo pasado regrese a nuestra existencia. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias por compartir la belleza de el poema y la emoción que provocan los viajes en nuestra vida
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